viernes, 14 de octubre de 2011

Mamá




Nada ha sido fácil en tu vida.
Pocos te han dado su mano para sostenerte,
demasiados te han dado la espalda luego de ayudarles.
Aún así, jamás se empañó tu sonrisa.



Lo que no valoraron de ti, yo lo admiro.
Tu determinación y esa inocencia que me saca placidas muecas.
La manera en que airosa, sales de cualquier situación.
Aunque te pases la vida volviendo a lo mismo.


Quisiera seguir aprendiendo de ti,
aprender de cada uno de tus momentos.

Atesorarlos en mi mente y no olvidar,
eres lo mejor que ha visto este golpeado sin razón.


Siempre has de vencer la adversidad,
como llevas haciéndolo desde que tengo uso de razón.
Porque tú eres la viva muestra que de todo se puede salir,
que no importa la situación, aún así, tú enfrentas sin más.


Desde que recuerdo nos entendimos,
sólo necesitas ver como camino para saber qué acontece en mí ser.
Eres la única que entiende mis malas rachas,

Me has protegido desde mi llegada,
aunque yo necesitara mi independencia.
Aún así, cada vez que caigo, tú contienes la caída y me levantas.
Sé que no te gustan mi decisiones, aún así, tú me amas.


Ves más allá de mí,
y aún así sigues estando orgullosa de mí.
Yo veo quien eres realmente mamá,
Estoy orgulloso. 


Juanba Martinez Rios 
 


A veces


A veces te miro en silencio, desde la tranquilidad que la distancia me tiende en escena. Se quiebra la serenidad, las palabras piensan en carnaval y me es imposible concretar ese dicho perfecto para despechar al silencio. Otras veces, busco ser el pintor de esa sonrisa que deja en ridículo a cualquier amanecer, y solo digo tonterías para verte reír. De tanto en tanto me cuestiono, me pregunto sin cesar si he tenido que pasar todo este tramo para llegar a ti, o simplemente darme cuenta que hasta el tiempo te mezquina.
A veces, duermo entre tus brazos, tu calidez mimetiza a la paz que se me ha negado toda la vida. Otras veces, me calzo la piel de justicia para enfrentar a quien haya atentado contra tu alegría. A veces me he visto reflejado en tu mirada y se me inquieta el corazón, se ha quedado inmóvil, dubitativo entre desbocarse o guardar silencio para escuchar tu suspiro.
A veces vago por la casa, buscándote en las noches, y otras veces mientras camino voy regalando sonrisas porque voy a verte. A veces creas magia sólo con un dicho, y a veces, hasta tus silencios son reconfortantes. Me quedo con ellos, acurrucado y a salvo. Me dejo llevar.
Muchas veces tengo miedo de perderte, otras veces tengo miedo de ganarte. A veces tiendo a ser arrogante, a ser valiente. En fin, a veces te quiero. En realidad, siempre.


Juanba Martinez Rios 
 



Prosa de medianoche


Resguardo tu recuerdo, en ecos de tu voz.
Quien pudiera retenerte, una en un millón.
Hada de los solsticios,
quien diría, entregándome el corazón.
Reina de la sonrisa, asesina de mi razón.


Enséñame el camino, dame una pista, un indicio.
Ilumina mi senda, o cántame al oído.
Prosa, acude a mis labios.
Recuérdame mi promesa, e imprime con braveza, 
en mi pecho, en mi voluntad.


Maquillo el ánimo, y resalto tu nobleza.
Pues, soy un viejo corsario.
Me condena un extenso prontuario,
de besos robados y algunos desengaños.


No temas, no quiero hacer daño.
Estoy aquí para compartir atardeceres,
regalarte sonrisas, y darte amor.
Quien diría, entregarte mi corazón.


Juanba Martinez Rios




miércoles, 14 de septiembre de 2011

Nuevo viejo barrio


Por acá todo es muy alborotado, siguiendo de largo por la calle mientras los adoquines me retoban los talones. Siempre versos en el aire y música alta. Nada nuevo más que este pensamiento que todavía no se corta. Rara vez recibo en el buzón de mi atención la tranquilidad pasajera, casi de casualidad puedo concentrarme en una idea fija sin que las demás le den una paliza. Puede ser que la imaginación y este engranaje oxidado en mi cabeza no me hagan bien, cualquier cosa en exceso hace mal, dicen. A veces el suplicio de las afueras de mis sentidos regalan un escenario que mutila mucho de lo bueno que viví.
Me detengo a pensar mientras espero el colectivo, comparo y con descaro me golpea este nuevo viejo barrio que ya no tiene mucho que contar. Vomito desesperación, me doy cuenta que no es lo que era. Qué se yo! Seguro (vos que estás leyendo) te sentís igual. Muchos caños de escapes que intoxican el alma, gente irascible con más prisa para decorar su autoestima con un celular de última generación que por sonreír. Los típicos pibes de barrio que gambeteaban augurio de cracks ahora paran en la esquina a tomar vino en cartón, se disfrazan la personalidad con resortes y viceras. La nena más linda de la cuadra refuerza el esfuerzo aguerrido, se calza la armadura de madre y se limpia las lágrimas. 18 años, ya tiene 2 retoños bastardos y uno en camino para no arruinar el dicho. El copado del almacén ya no saluda, se resguarda la vida atrás de un frío enrejado que colocó para no merecer otro asalto. Su persiana ya está escrachada, van a volver. El vecino que bicicleteaba unas monedas para hacerle los mandados ahora está muerto, algún que otro conocido le cortó la vida. Y así se me fue quemando de a poco esa esencia de cotidianeidad, ese sentimiento que me identificaba con un lugar, con mi barrio. Por acá todo está muy frío, tanto que da miedo.
No creo poder sentir ese aire otra vez, ya lo creo desconocido. Los focos del barrio ya no brillan, la gente actúa algún que otro arlequín que llora por dentro y las pocas estrellas que antes se veían ya no están. Como muchos de por acá, se van, le tienen miedo a la realidad.


Juanba Martinez Rios




rimes l'histoire




Repisa olvidada, aquella donde no ha de llegar la brisa por miedo a la triste requisa. Sentimos los golpeteos del arduo trabajo, nos están cuestionando sin atajo. Siempre desestimada mi cuestionada filosofía, que alza su espada ante los que gritan desde lo bajo.
Propongo, esquivo, pero a mi mente obligas a entregarte la llave. Suspiro, con más rapidez que con cuidado. Sin firmar contrato, tu pedido me intriga demasiado. Medito en silencio y llegamos al acuerdo, sumiso circunstancial de esta viñeta.

Ahora, buscamos el término que nos defina, sin pasarnos el rato gastando los zapatos. Decretamos palabras, ninguna correspondida. Exiges que piense, que halle un candidato. Me saco el sombrero ante tu idea, el encanto del esfuerzo domina. Sin querer, paramos por la aldea de la manía. Helado el trecho, nos preocupa este hecho. Decidamos, a ver si encontramos, lo que nos agrade a ambos.
La he encontrado. Palabra que nos define, palabra precisa. No escatimemos en viaje, pues no llevamos prisa. Es más barata que cualquiera, es la única que no nos pasea. Es clara y concreta. Piensa con cuidado, no hagas como yo, que caí en la treta.


Juanba Martinez Rios 






domingo, 14 de agosto de 2011

Caminos




Estoy seguro, te quería aún antes de haberte conocido. Habitabas en un cálido y escondido rincón de mi mente esperando ese momento que te has ganado desde que tengo noción, respetando un espacio que aún no te correspondía pero que sería tuyo tarde o temprano. Lo sabías, estoy seguro.
Sabías que me cansaría de estrellarme una y otra vez en muros ajenos, y que cuando tuviese que parar a respirar estarías preparada para susurrarme al oído. No te equivocabas. Todo aquello que encontré en otras mujeres, otros cuerpos que deseé, los labios que besé, los corazones que se rompieron a mi paso, las veces que me lo han arrancado a mí, no fueron más que caminos que tuve que recorrer hasta encontrarme contigo.
Creo que me has querido aún antes de conocerme. Estaba justo allí, donde los latidos de tu maltratado corazón se hacían más y más fuertes, quizás por eso no podías escucharme. Estaba parado ahí, delante de tu mirada cansada de esa agua salada que no paraba de derramarse, quizás por eso no podías verme. Me mantuve junto a ti, intentado sujetar tu mano nerviosa, quizás por eso no podía alcanzarla. Quizás, todo aquello  que no encontraste en otros hombres, todas las noches contra la almohada mojada por tus llantos, todas las manos que te han dibujado la piel y luego, han de romperte el corazón, no fueron sino caminos que recorrer hasta encontrarme.
No quiero confundirte, no quiero ser lo mejor que te ha pasado hasta ahora, sólo quiero ser todo aquello que te pase de ahora en adelante.


Juanba Martinez Rios




La vie


He aprendido, del muy nombrado destino no soy amigo, no sé si existe o tiene un problema conmigo. Lo he comprobado, supongo. Luego de muchas lágrimas, luego de presenciar con incertidumbre un desfile sin fin de vestidos negros y las batas blancas, había perdido la fe en las acciones. Ya no me quedaban sonrisas de repuesto, ya no me han de curar los abrazos con esperanza y aliento. Después de tanto luchar, de tanto apretar los dientes, de perseguir un sueño, quizás descubrimos que el esfuerzo no es suficiente y que la vida se vuelve inalcanzable. Es triste, ¿verdad? Ver como la tirana realidad va rompiendo los cristales a nuestro alrededor sin poder hacer absolutamente nada. Nuestro mundo se viene abajo, ya ni el aliento, ni los abrazos, ni las sonrisas nos pueden quitar esa tiesa mueca de dolor.

Se nos va el sueño, el hambre, las ganas de reír, las ganas de ser un poco más. Imponemos nuestra vista más allá, en el infinito, para retrucarle a la vida lo mal que nos va. Y por dentro sólo nos queda un vacío enorme. No se esperaba más, lo que nos ha de contentar ya no existe, ha desaparecido sin chistar. Ese estado de inmovilidad conjunta entre la conciencia y el corazón hace que se nos apague la vida. In-gravedad, desconexión, el ánimo ya no es compañero y la realidad no tiene solución. Los dichos enloquecen y mis oídos se cierran. Me han artado la paciencia las frases de ayuda y la palmada desinteresada en mi espalda, no necesito más. Sigo buscando mi verdad, aunque sé, al encontrarla voy a renegar. Los días me otorgan más del pensamiento que quiero pensar, y me inundan de preguntas que no sé si la vida me va a contestar. Desesperación, toca mi puerta.
Es triste en verdad, pocos han podido salir de este pozo de inestabilidad, otro poco quiere ayudar, pero cómo dice Arjona “aquí no es bueno el que ayuda, sino el que no jode”. Creo, dice la verdad.


Juanba Martinez Rios




Dejando penas en el camino


Caminando va, en un ritmo continuo para disipar las sombras en la marcha. Sombras que se desvanecen como sendero de playa, borrado por las calmadas olas cargadas de un silencio que inquieta. De cuando en cuando, las olas traen un nuevo frescor reflectivo, pero quizás eso no baste.
Luces que encandilan van y vienen, simulan cuerdas que sujetan la nada misma. Hace recordar con pena la vida efímera que ha llevado, el viento ya no le seduce la piel, que ya no acaricia su pelo al caminar. Aguanta sin remedio sus ojos que le rezongan, le reclaman revancha y venganza, como si no hubiese sido suficiente la lucha hasta ese momento. Realmente no le importa demasiado, él es perseverante. Alza la vista con un esfuerzo casi sobrehumano, se nota en su gesto la pesadez de su momento. Mirando el horizonte se queda, siente que toca el cielo con la mirada y con fuerza libera un grito que significó prácticamente toda su vida. Acompañando a ese grito, libera un leve soplido singular que usó para mover las estrellas e invitar a la luna a descansar con sosiego en la noche. Gotas de hierro frío caen desde la luna, acompañando la mágica melodía que el silencio regala. Las notas en perfecta armonía, los astros juguetones predicen junto con el río de agua cristal que, al menos por ahora, nada puede empeorar. Esboza unas sonrisas mientras se recuesta en el césped, sus manos al hacer contacto con el suelo se vuelven raíces. Por primera vez siente que es parte de algo, sin incomodidad, sin presiones y por decisión propia. Las voces que ha silenciado por tanto, por miedo, han de ser escuchadas de nuevo. Ahora, después de tanto tiempo, nuevamente es parte del mundo.
El eco le canta gustoso y danza verdades tachadas. Solía estar bajo el control de su rencor, de su dolor. Fue una marioneta de sus malos hábitos, fue el payaso de la lágrima pintada bajo la piel. Las mariposas vuelan, en su enredado aleteo van perdiendo las alas y mimetizan con las estrellas, ayudan a desalojar las sombras del golpeado cuerpo. Una por una van saliendo a través su pecho, se pierden en el sendero florido con rapidez, sus raíces van levantando el suelo y vuelven a formar sus manos. Una vez purificado su interior, saca de su bolsillo un reloj de arena. Su más preciado bien, dueño de su tiempo, el mismo que se desgasta con más rapidez que un helado otoño. Marca el ritmo de su vida, y poco a poco van cayendo los granos de arena, marcando un nuevo y mejor comienzo.
Levanta con celeridad su cuerpo, ahora más liviano, pues ha limpiado su interior. Las penurias que ha conjugado de todas las maneras habidas y por haber, ya no pesan. En limpio sendero camina, se hace cómodo a la vista para él, el saber que ya no huye de sus recuerdos. De si mismo. El polvo vuela tras sus pies, pues lleva un paso parejo y enérgico. Desea llegar a donde lo lleve el sendero, no sabe qué le depara el caminar, sólo sabe que a algún lugar llegará.
Puede ser el relato de un hombre malo que decidió ser bueno, o un buen hombre que no supo elegir bien. De cualquier modo, con seguridad se puede decir que su camino no ha terminado. Él aún sigue caminando, formulando frases sueltas a modo de una difusa poesía sólo para continuar en algún momento esta narración. O quizás, solamente para vivir.


Juanba Martinez Rios 




jueves, 14 de julio de 2011

Sirena




Apoyó la caracola en la arena y allí se quedó, contemplando el horizonte, pensando, sintiendo como nunca antes. Su corazón latía acelerado, golpeaba violentamente su interior. Notaba ese molesto nudo en el estómago que llevaba días recordándole momentos parecidos, aquellos en los cuales su entendimiento asemejaba una crisálida inconciente que bailaba sin cesar. No pudo evitar sonreír al recordar, extrañando situaciones extrañas. Es más, si se concentraba, aún escuchaba hablar a aquella misteriosa sirena que le costó su suerte. Todavía era demasiado pronto para lograr interpretar muchos de sus infortunios. Desde luego, no iba a ser tan porfiado como la última vez, cuando se embarcó en un estúpido viaje que acabó en un desdichado naufragio y sin playa donde resguardarse; Raro, pero era una especie de nuevo comienzo.
Había pasado mucho tiempo a la deriva, aferrándose al mismo bote que le partió en dos su alma al desistir en el mar, y por fin, se había decidido a soltarlo para empezar a nadar. Ahora, se paseaba perdido por su solitaria playa, escuchando una voz cuando acercaba la caracola a su oído, pero no iba a caer de nuevo bajo los encantos de aquella malévola sirena. Ya no más. Prefería ir sin atajo y con cuidado. Esta vez no quería una barquita engarzada con troncos, sino, un barco grande de la mejor madera que pudiese encontrar. Le llevaría tiempo, pero navegaría seguro. Con esa idea se quedó dormido, al abrigo de su soledad y con la caracola cerca para tener al alcance el susurro más bello y perverso que jamás ha escuchado.


Juanba Martinez Rios




Minne


Quiero estar ciego ante lo que las lágrimas muestran de mí, ignoro lo que mi colérico ahogo grita. Ignoré tanto que ya no veo la dirección a la cual me dirigía. Porque no sé lo que conozco y no conozco lo que soy. He de suponer, un mal contemporáneo que me acalla. Y creo, no soy más nada que la nada, que esperando el tiempo que nunca llega se coordina de la forma más descoordinada al negro interior que contaminante me encarna. A ese interior que retruca, yo reclamo ¡Alguien respóndame! ¿Quién soy, por qué mis ojos todavía siguen vidriosos? Aún espero ese llamado que nunca ha de llegar, imaginando, que lo peor que ha apretado violentamente a este corazón no ha pasado. La aspiración después de todos estos años ha jodido mi mente. Mi vida, su vida, ha sido y es pura pantomima.
De todas maneras sé, de lo poco que el impulso me deja conocer, la respuesta siempre estuvo delante de mi. Es demasiado duro, se piensa libre y como una flecha envenenada al mismo tiempo. Al fin y al cabo siempre son extrañas estas repeticiones, siempre tan descontroladas, tan macabras. Dejan que la última imagen sea la peor y que se mantenga en la memoria. Y supongo, tendré que seguir el lamento en lenguaje de absurda felicidad, seguir en forma de enigma ante los ojos pasajeros. Solo espero encontrar sus palabras en el viento, como la lírica más hermosa que jamás he de escuchar. Ahora, ya no llueven mis ojos.
Lo siento, no puedo decir más.


Juanba Martinez Rios